SIN FAVORITISMOS

Septiembre 10 de 2020


SIN FAVORITISMOS


“Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas” 

Hechos 10:34 


A veces por bromear, le pregunto a mi esposo a cuál de sus dos hijas ama más, él siempre me responde con una firme certeza: “a las dos las amo por igual”, en ocasiones, también le hago chistes diciéndole que es mucho más linda su hija menor y él siempre me refuta afirmando: “las dos son muy hermosas”


Pese a que su hija mayor es producto de una unión antes de nuestro matrimonio y que es una mujer adulta que posee su propio hogar, soy testigo de como mi esposo le manifiesta su cuidado paternal y amor incondicional, igual que lo hace con nuestra pequeña hija, incluso en medio de fallas y errores, él ha sido tan bueno con ella. Es un Padre que no tiene preferencia hacia ninguna de las dos, simplemente las amas. 


El pasaje del día de hoy, nos está recordando algo completamente hermoso y de gran valor: Dios tampoco hace acepción de personas, esto quiere decir que ÉL no se fija si eres hombre o mujer, ni en tu nacionalidad, posición económica, títulos universitarios, color de piel o atributos físicos, de hecho, ni nuestras múltiples fallas, hacen variar su amor; ÉL ha diseñado el plan de salvación para absolutamente toda la humanidad, sin favoritismo alguno, porque nos ama y desea que hagamos parte de su familia en la patria celestial. 


Sin embargo, aunque hemos recibido tal beneficio, como seres humanos somos dados a ser tan egoístas y excluyentes con las demás personas, como si tuviéramos derecho de privarlas de todo lo bello que Dios pone en nuestra vida para disposición de otros. 


Quiero en este día dejar algunos cuestionamientos, con el fin de examinar si en nuestro corazón manejamos favoritismos y hacemos acepción de personas, analicemos lo siguiente: 


¿Me he sentido con la autoridad de indicar quién merece la salvación y quién no? 

¿Me he negado a citarle la palabra de Dios a alguien porque doy por sentado que me dirá que no le interesa? 

¿Me he cambiado de acera para no saludar a alguien que viene por mí mismo camino solo porque no comparte mis mismas creencias? 

¿Me he burlado de las personas que quizá no tienen mi misma formación académica? 

¿Prefiero a las personas que piensan como yo y desecho a las que exponen ideas diferentes? 

¿He creído que yo y solo yo, sé hacer bien cierto oficio? 


Si solo una de estas preguntas tiene por respuesta un sí, es hora de pedirle perdón a Dios por nuestro corazón orgulloso y altivo, por caer en la trampa del enemigo que nos conlleva a despreciar ciertas personas. 


Que hoy el Espíritu Santo nos ayude a cambiar de actitud. 


Dios te bendiga.


Alejandra Bustamante.



No hay comentarios.: