ESCONDIDA EN ÉL

Septiembre 4 de 2020


ESCONDIDA EN ÉL 


“Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre” 

Salmos 121:8 


Luego de estar en el supermercado con mi esposo, llegamos a casa de sus Padres, estábamos invitados a almorzar; recuerdo que estando allí sentí un leve dolor en la parte baja del abdomen, acompañado de un sangrado vaginal, para ese entonces tenía aproximadamente ocho semanas de gestación. 


Ante el inesperado suceso, me solté en llanto e inmediatamente nos dirigimos a urgencias médicas, el trayecto que tuvimos que recorrer para llegar a ese lugar fue bastante largo, mientras llegábamos solo se me ocurría llorar, pensando que la ilusión de ser mamá se había esfumado apenas iniciando el proceso; para la tranquilidad mía y de mí esposo, luego de una ecografía y exámenes de rigor, nos informan que el corazón de nuestra bebé estaba latiendo y todo en mi vientre se encontraba en perfectas condiciones, solo fue un pequeño sangrado que en ocasiones es normal cuando el embrión se está formando. 


Además de lo anterior, cuando me encontraba en la semana 36 de gestación, empecé a perder gradualmente el líquido amniótico, sin embargo yo no sabía que se trataba de esto, sino que asumí que por ser pérdidas escasas de fluido, se trataba de algo normal. 


Duré cerca de ocho días en esta condición, hasta que llegó un momento en el que dije, es mejor ir por urgencias para que me revisen. Y ¡qué sorpresa! lo que asumía bajo los términos de la normalidad, resultó siendo una ruptura de prematura de membranas o en palabras más coloquiales, había roto fuente. De inmediato el profesional que atendió mi caso, me dice que había que acelerar el parto y me advierte, que por haber estado perdiendo líquido amniótico durante varios días había un riesgo grande de infección, además de las complicaciones que podía tener mi bebé por nacer antes del tiempo estimado. No obstante, aunque este era el panorama y tuve un parto difícil, nuestra hija nació sana, con el peso y la talla adecuada. 


Quise contar un poco de esta historia personal, con el fin de ilustrar el texto bíblico que encabeza el devocional del día de hoy; fíjate como Dios ha estado presente en la vida de mi pequeña, la guardó desde el momento en que fue puesta en mi vientre, apenas siendo un embrión y también al momento de su nacimiento. Cuando el salmista afirma que Jehová guardará nuestra entrada y salida, desde ahora y para siempre, está diciendo: “El cuida de ti desde que fuiste puesta en las entrañas de tu madre, hasta tu último suspiro en esta tierra y no bastando con esto, lo hará por toda la eternidad” 


No hay circunstancia en tu vida, que se escape del cuidado de Dios, por más adversa que parezca, ÉL está ahí, guardándote e infundiendo aliento de vida. 


Para finalizar, el contexto de este salmo inicia con un interrogante, cuya respuesta se encuentra descrita ahí mismo: 


“Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro? 

Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra” 

Salmos 121:1-2 


No hay otro como ÉL, no busques socorro en otra parte. Alábale con esta canción:



Dios te bendiga.


Alejandra Bustamante.



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