EN EL SPA
“Panal de miel son las palabras agradables, dulces al alma y salud para los huesos”
Proverbios 16:24
¿Has estado alguna vez en un SPA? Yo no exactamente, pero sí me he sometido a uno que otro masaje, cuando algún dolor en mis músculos o articulaciones me aqueja. Recuerdo, por ejemplo, una excompañera de trabajo que tiene unas manos prodigiosas y lograba calmar las molestias en mi espalda, que muchas veces impedían el pleno desarrollo de mi labor; y por supuesto en el top 10 de mejores masajistas, también puedo nombrar a mi esposo, que varias veces me ha hecho fisioterapia casera cuando tengo algún bloqueo en mi cuello.
Pero ¿saben una cosa? Ni mi ex compañera, ni mi esposo, han logrado hacerme sentir lo que experimenté una noche acostada en mi cama. Luego de un arduo día de labores y extensas caminatas, me dispuse a descansar, pero un dolor insoportable en mis pies no me dejaba conciliar el sueño, dentro de mi interior pensaba: ¿me tomo un analgésico? ¿me aplico alguna crema? ¿introduzco mis pies en agua tibia? ¿Qué hago?, entre tantas preguntas, me respondí a mi misma, que la solución era más sencilla de lo que imaginaba, solo me bastaba con orar, sabía por las muchas veces que lo había leído en la palabra de Dios, que Él podía sanarme. Si levantó muertos, ¿no podría quitarme el dolor en mis pies?
En aquel momento activé mi fe e hice la oración más corta y sencilla que quizá he hecho en mi vida, allí acostada exclamé: ¡Papito quítame este dolor¡ e inmediatamente sentí algo así como cuando te masajean con una pomada caliente y al instante mi padecimiento desapareció por completo. Algunas de las lectoras de este devocional pueden estar pensando en este momento que estoy loca o que lo que me ocurrió fue simple casualidad; otras sabrán del poder sobre natural de Dios y entienden muy bien de que les escribo.
Puedo decirte con plena certeza que aquella noche estuve EN EL SPA de mi Dios, sus palabras tan dulces como la miel, hicieron eco en mi mente, al recordarme que Él podía quitar mis dolencias y efectivamente, trajo sanidad a mi alma y mis huesos.
No sé hoy que te duela, no sé qué te angustia, tampoco que solución pretendas buscar, pero sí sé en quien puede tu alma y tu cuerpo hallar medicina, se trata de Jesús, se trata de su palabra, allí reposan las más lindas promesas para tu vida y todas se cumplen.
No busques más, solo una palabra emitida por Dios bastará para sanarte. Medita en su mensaje divino, de día y de noche.
Alábale porque Él es bueno.
“Pero yo cantaré de tu poder,
Y alabaré de mañana tu misericordia;
Porque has sido mi amparo
Y refugio en el día de mi angustia”
Salmos 59: 16
Dios te bendiga.
Alejandra Bustamante.
Alejandra Bustamante.
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