EN EL QUIRÓFANO…
¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?
Salmos 13:1
¿Cuántas veces has interrogado de la misma manera a Dios? Hay momentos en nuestra vida, en los que nos sentimos como el salmista, las dificultades y pruebas que debemos atravesar en ocasiones, nos hacen experimentar la sensación de olvido por parte de Dios, más aún, cuando clamamos de manera constante y no vemos respuesta.
Hace aproximadamente cinco meses, empecé a notar una pequeña protuberancia en uno de mis senos, ante la presencia de este signo, solicité una cita médica y me fue ordenada de manera prioritaria una ecografía mamaria. El resultado de dicho examen fue, una ectasia ductal bilateral, es decir, uno de mis conductos mamarios se inflamó de tal forma que ocasionó una obstrucción, lo que posibilitó la formación de una bola de leche; gracias a mi Padre, se trata un hallazgo completamente benigno y muy común durante o luego de la lactancia.
Una vez el médico supo del resultado del examen, me remitió a un especialista en mastología, con el fin de que este me indique, que conducta se debe seguir, para corregir dicha afección; sin embargo, hasta la fecha de hoy, no me han autorizado la cita con el mencionado profesional.
Pasaban los días y observaba como esta protuberancia crecía, aunque con la certeza de saber que mi diagnóstico no es malo, me preocupaba demasiado el hecho de que con el paso del tiempo desarrollara una infección, pues ya me habían advertido que, con más de un mes sin darle solución al asunto, esto podía pasar.
Al ver que, mi EPS no agilizaba el trámite para tener mi revisión con el mastólogo y el respectivo procedimiento, decidí hacer lo que comúnmente hago: “Clamar a mi Dios”; sin embargo, veía que corrían los días y los meses, mientras mi condición no mejoraba, por el contrario, notaba que aquella bola crecía.
Llegué al punto de decirle al Señor, de la manera más apresurada y descarada: ¿Hasta cuándo?, tuve mucha angustia, pero un día decidí descansar en su providencia y permitirle que obrara a su debido tiempo; desde entonces empecé a orar así:
“Padre, sé propicio a mi necesidad, por favor, cuando tú consideres oportuno, reconstruye mi conducto mamario, sé tú mi mastólogo, mi cirujano y drena lo que haya que drenar. Tú puedes hacerlo”
Justo en el momento que decidí abandonarme en las manos de Dios y no acosar su respuesta, sino permitirle que obrara soberanamente (tardé cinco meses para hacerlo), llegó el milagro: El pasado domingo, cuando me disponía a organizarme para dormir, observé como mi seno afectado, sin ningún esfuerzo humano y sin dolor, empezó a drenar, botó aquello que durante cinco meses me tuvo tan atormentada emocionalmente; la protuberancia desapareció y hoy puedo declarar: Mi mastólogo y cirujano no es ningún hombre, quien me intervino fue mi Dios, tuve que esperar un tiempo, pero respondió.
Hoy comprendo porque no me fue asignada la cita con el especialista, mi Padre quiso enseñarme que su Gloria es mayor que la ciencia médica.
Hoy te digo: No te desanimes, aunque no parezca, Dios está obrando.
Dios te bendiga.
Alejandra Bustamante.
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